Fischer descubrió el fastidio del ajedrecista por tener que estampar su firma en cualquier papel o libro que el público le acercara. Carrizo, conteniendo la risa y con voz entrecortada le dijo: "Sí es cierto; se trata de un gran problema. Tal vez lo mejor sería que te hagas un sello de goma con tu nombre Bobby, y así evitarías todo tipo de dedicatorias". Fischer se quedó pensativo y no emitió respuesta. El grupo de amigos que acompañaba a Carrizo contuvo las risas y también guardó silencio.
Pero algunas semanas después, Carrizo visitó el Teatro San Martín cuando ya habían concluido todas las partidas de la jornada. A paso lento por el teatro se topó con un gran número de personas que aún permanecían sobre el escenario de una de las salas. Siguió atentamente lo que allí sucedía. Es que entre gritos, saludos y agradecimientos, el popular periodista podía escuchar dos golpes secos, "Clack – Clack" que sobresalían del aquel bullicio. Grande fue su sorpresa cuando descubrió que el que provocaba todo ese escándalo era Fischer con su flamante sello de goma y una almohadilla. Cuando Bobby reconoció al locutor, soltó un gritó eufórico: "esto es fantásticouuu" y siguió golpeando con fuerza su sello y regalando su peculiar autógrafo.

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